En el sur de África, allí donde aún reina el imperio de lo salvaje, un grupo de cazadores furtivos capturó, por encargo, una cría de león para entregarlo al jefe de una tribu que disfrutaba reali- zando peleas de felinos.

El jefe Mukuru lo alimentó y cuidó esperando que Tsalala desarrollara el carácter feroz típico de su especie, pero pasaban los meses y el león sólo quería jugar.

Llegado el día de la primera prueba, luchar contra otro león de su misma edad, Tsalala no se defendió y fue repudiado por el gran jefe. Tsala- la, no era agresivo sino entrañable y cariñoso.

Mukuru muy decepcionado, decidió acabar con su vida aunque el destino quiso que Tsalala pu- diera escapar y ahora, ya repuesto, sólo espera encontrar un lugar en el que descansar.

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